miércoles, 11 de noviembre de 2009

LOS PROFUNDOS ENIGMAS DEL LAGO LLANQUIHUE - PARTE 1


Dentro de la oleada del año 1965, se encuentra el “caso Pelluco” como se le denomina al incidente Ovni del que fuera testigo presencial el investigador Raúl Gajardo Leopold, ex Mayor de Carabineros de Osorno, quien asegura que “ahora, después de tantos años, el caso aún no pierde su fuerza para quienes lo vivimos tan de cerca, por algunos detalles inéditos que son desconocidos por el público”.

Esta gran oleada incluyó avistamientos de ovnis en cinco bases de la Antártica, correspondientes a diferentes países: Buenos Aires, Montevideo, Norte Grande, Pelluco (Puerto Montt) Chile, Río de Janeiro, Lima, Ciudad de México y Oklahoma.

“Por estudios que se realizaron del tema, se puede deducir que los ovnis avanzaron día a día hacia el norte, teniendo como centro de dispersión el Polo Sur, puerta de entrada para las astronaves, evitando así los peligrosos anillos de Van Allen (Nota: Los cinturones de Van Allen son ciertas zonas de la magnetosfera terrestre donde se concentran las partículas cargadas. Son llamados así en honor de su descubridor James Van Allen. Estos cinturones son áreas en forma de anillo de superficie toroidal en las que gran cantidad de protones y electrones se están moviendo en espiral entre los polos magnéticos del planeta, y se estructura en dos cinturones: uno interior y otro exterior. El cinturón interior está a unos 1.000 Km. por encima de la superficie de la Tierra y se extiende por encima de los 5.000 Km; por su parte, el cinturón exterior se extiende desde aproximadamente 15.000 Km hasta los 20.000 Kms. (2).

“Por esa época, yo estaba destinado como teniente de Carabineros de Puerto Montt, y dentro de mis servicios habituales estaba el realizar comisiones de alcoholes” comienza el relato del investigador. “Dos semanas antes del 30 de julio de 1965, es decir, de la ocurrencia del caso que nos ocupa, estando precisamente de servicio, regresé al cuartel de la segunda Comisaría de Puerto Montt a las 00:30 horas. Nada más ingresar fui informado por el suboficial de guardia, quien me señaló que había un hecho anómalo en el sector de Pelluco, donde algunos vecinos habían manifestado su temor por “unas luces raras en el cielo”.
Conocedor ya, aunque muy superficialmente, de estos fenómenos, este reclamo lo tomé desde el punto de vista estrictamente policial y me premuní de una ametralleta y en un furgón me hice acompañar de ocho carabineros que recién habían regresado de su turno. Esa era la única fuerza disponible en ese momento.
Un cuarto de hora más tarde de efectuado el llamado, llegamos al sector de Pelluco, una caleta turística distante cuatro kilómetros desde el centro de la ciudad. Allí ubicamos el domicilio desde donde se había dado la voz de auxilio. Nunca habríamos esperado un recibimiento como el que tuvimos: nos abrazaban, sentían un gran alborozo, ya que el pánico había sido enorme”.
La narración de Gajardo Leopold continúa con la historia de los vecinos de Pelluco. “Con palabras entrecortadas nos narraron que como a las 22:30 horas, sobre sus viviendas y a no más de unos 100 metros de altura, tres luces inmensas y como focos de auto, que se agrandaban y se achicaban, se acercaban y se alejaban de la casa.
Así estuvieron varios minutos y luego esos objetos luminosos y enormes se desplazaron siguiendo el borde de la costa, hacia Piedra Azul.”
Recogidos estos antecedentes la patrulla continuó en vigilancia por el camino costero, llegando donde otros pobladores, quienes también habían soportado el asedio de esos objetos luminosos. Señalaron que éstos despedían una fuerte luz blanca radiante, perdiéndose posteriormente de vista en dirección al mar y ganando altura.

“Pero ahora, de frente al incidente que nos preocupa, debo señalar que el caso Pelluco lo supe al día siguiente, puesto que la noticia se extendió en todos los ámbitos puertomontinos al instante, por lo espectacular de sus características” señala Leopold.
“La noche del 29 de julio, en una parcela de Pelluco, se efectuaba el velatorio de la liceana Carolina Pröschle, de 16 años, quién había fallecido en un accidente de tránsito. En ese hogar, de familia muy conocida y distinguida, estaban reunidas alrededor de setenta personas”.
De pronto, el respetuoso silencio de los asistentes fue interrumpido por un fuerte ruido, semejante a una explosión muy cercana, a las 04.20 horas.
“Los presentes se abalanzaron hacia las ventanas y corrieron las cortinas: hasta los vidrios llegaba una luz exterior que “resbalaba” y no pasaba al interior. La curiosidad pudo más que el temor o la prudencia, y la gente salió al patio trasero, y pudieron ver que a unos trescientos metros al Este, detrás de unos altos árboles, descendía a tierra una inmensa masa de luz violácea “palpitante”… Veinte personas, más o menos, se acercaron como a cuarenta metros del fenómeno luminoso, acotó el ex mayor de carabineros. “Yo tuve la oportunidad, posteriormente, de conversar con cuatro de estos valiosos testigos de este hecho insólito”.
Los relatos de los testigos indican que los minutos pasaron lentos, hasta que se produjo otro fuerte ruido, pero no tan poderoso como el anterior. Entonces esa masa de luz, de forma ovoidal, comenzó muy lentamente a elevarse, balanceándose primero hacia delante, luego hacia atrás, y ante el asombro de todos –a una velocidad indescriptible e inimaginable- cada vez más se alejó en línea recta en el infinito.
Junto a la llegada del alba, las personas que aún estaban en el villorrio fueron a percatarse de lo que había ocurrido en el terreno” agregó Gajardo Leopold. Allí pudieron constatar que donde se posó el objeto existía ahora un claro inmenso entre el ramaje, y no había tierra en una extensión de 60 metros de diámetro por un metro de profundidad. ¿Dónde estaba entonces la tierra? Se podían observar las raíces de árboles y bordes irregulares. No se apreció vegetación quemada…Algo tremendamente poderoso había aspirado el terreno en el sector del aterrizaje”.
La intendencia dispuso que un organismo público investigara e informara acerca del caso. Su conclusión fue: “hundimiento del terreno por exceso de humedad”
Al respecto hay que recordar que 1965 fue un año seco, como anticipo de la gran sequía de 1966. A pesar de las claras evidencias y numerosos testigos, el hecho fue ocultado oficialmente. El informe, con los prejuicios imperantes en esos tiempos es comprensible. Pero inexcusable para una posible investigación fue la presencia, ese y los días siguientes de personas que llegaron al lugar por curiosidad, destruyendo con sus pies las evidencias o huellas que pudieron haber quedado”.
“Pero no todo fue pérdida de pruebas de lo ocurrido. Poco más de una semana después del incidente, afortunadamente acudió al lugar del aterrizaje una comisión científica norteamericana, quienes –según me pude enterar años más tarde por un libro que ahora no recuerdo su nombre ni autor- en su laboratorio establecieron que raicillas del fondo resultaron intactas en su parte superior y que no fueron llevadas por este Ovni. O sea, la tierra de su alrededor, se desprendió sin fuerza, elevándose sin peso indiscutiblemente ya, adosada a la base del Ovni. Esto confirmó la teoría de que los ovnis puedan crear un campo antigravitacional, como ya lo han asegurado numerosos ufólogos al analizar innumerables incidentes como este. (3)

Agradecimientos a :

-Recopilación de los textos
Liliana Núñez O.
Enero 2006.

-Rodrigo Montecinos

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